miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ligerezas

Nauseas de otro lugar, que venían a llevarse mi desequilibrio. 
Sonrisas envenenadas de algún mal de amores y sonrisas falsas. 
Besos que no sabían a nada más que a alcohol nocturno. 
Abrazos, esos sí que no les conocía. 
Tardes de remordimientos a pie de calle, 
con algún graffiti, sin razón, diciendo : "Ella prefería escuchar mentiras piadosas."  
Mentiras que desvelaban hasta el último de mis deseos.  
Muchas más abstracciones que hacían de mi vida una auténtica noria de sensaciones. 
Olor en mi cama, que me producía remordimientos ante muchos de mis besos.
Y sentimientos aclamados por muchos estúpidos prometiéndome la luna, la lejana luna.


Pero todo aquello ya acabó, los días continuos de resaca, los pitis a pachas con cualquier desconocido, los piropos repulsivos que se colaban en cada copa, las sonrisas regaladas a cambio de un poco de cariño, y las duchas nocturnas de soledad, todo terminó. Ahora acostumbro a irme al sur cada vez que equivoco el invierno con el verano, acostumbro a respirar el aire no contaminado, y a subirme a donde sea, con tal de ver el mundo bajo mis dedos. Porque sí la vida es muy puta, pero no podemos alejarnos de ella. Con lo fácil que es sentirla distinta desde que no estoy sola viendo los atardeceres.